Este post no pretende buscar cariñitos, aunque se agradecen de antemano
. Está más orientado a una exponer una reflexión.Hace ya unos meses que estoy un poco desconectado (un poco, sigo leyendo los foros, arreglando algo de vez en cuando, comprando alguna cosilla de mi interés y echándome algunas partidas).
La verdad es que en un momento me desanimé del retro. Demasiadas cosas para reparar, demasiados programas que no funcionan, demasiados jetas en las plataformas de compra, demasiadas veces que saco un ordenador y de buenas a primeras falla y se une a la cola de reparaciones.
A ver, que salvo los jolleros, el resto son cosas son propias de sistemas que tienen de 30 años en adelante. Es parte del encanto del retro, lo reconozco. Pero con nuestro ritmo de vida, de trabajo, de pareja los que tengáis, de hijos los que tengáis, del hogar, y de los gatos los que tenemos
, si nos embarcamos en un bucle sin fin de reparar, si cada vez que sacamos un sistema hay que poner un cirio a la virgen, si cada vez que cargo una cinta, disquete o microdrive hay que hacer magia negra e invocar conjuros arcanos o si cada vez que nos lanzamos a las aplicaciones de compra-venta hay que luchar contra jolleros, jetas, entrepierners y demás chusma que cree que se va a jubilar vendiendo las cuatro cosas que le quedan en el trastero, los niveles de decepción y frustración escalan más allá del disfrute y dejan muy poco espacio para sacar un sistema y echarse unas buenas partidas.Honrosas excepciones son los sistemas con cartuchos, los juegos de nueva hornada, quizás los emuladores y las FPGAs (no suelo usarlos) que suelen dar momentos de gozo, regocijo y satisfacción.
Si has llegado hasta aquí, gracias por aguantar la turra! Un abrazo, gente.
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